Desde pequeño sentía cómo todo giraba en torno mío, excluyéndome yo mismo de participar en las cosas que los demás hacían, creyendo que debía ausentarme y ser simplemente un observador que juzgara cada movimiento que se producía a mi alrededor.Yo mismo creé un mundo aparte, sólo mío, donde todo lo que existía eran sueños y utopías. Todo y todos los que me rodeaban hacían y pensaban lo que yo deseaba. Aunque la realidad fuese todo lo contrario, no importaba. Si ocurría algo que no cuadraba con mi gran sueño, yo lo rechazaba y lo enterraba. Al enterrarlo creía que desaparecía, pero ahora, con 17 años, descubro que todos esos cadáveres de ideas inservibles y de acontecimientos reales no están muertos ni enterrados, sino vivos y golpeándome el corazón, pidiendo a gritos a mi alma una salida.
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